sábado, 28 de febrero de 2009

Historias de desencuentros

*Por Juan Pablo

Todo comenzó allá por fines de julio de 2005. Por ese entonces tenía una banda de rock con unos amigos y habíamos conseguido una entrevista para un programa de radio en Caseros.

Cuando llegamos, nos recibió la conductora (que había arreglado el encuentro previamente con uno de los chicos de la banda), una señora y un tipo más (Alberto), quienes también participaban del programa.

Nos pusimos a hablar y tocamos unas canciones en vivo. Se había generado un buen clima entre todos. En uno de los cortes, Alberto nos preguntó si hacíamos algo más aparte de tocar y le comenté que estudiaba abogacía.

Al instante me preguntó si conocía la mediación (un medio alternativo al judicial para resolver conflictos) y yo justo estaba cursando una materia en la que una de las bolillas trataba el tema, así que le contesté que sí, que algo sabía. Me dijo que después del corte tenía ganas de hablar sobre mediación y si yo quería darle una mano para charlar sobre ello. Yo medio asustado le dije que no sabía mucho pero que contara con mi aporte para la charla.

Cuando volvimos al aire, Alberto comenzó a hablar y mantuvimos una conversación sobre el tema hasta que en un momento dijo: “Como ustedes saben, yo doy cursos de mediación para abogados y quiero invitarte a vos Juan Pablo a que asistas al curso de manera totalmente gratuita”. Yo me quedé helado porque sabía que esos cursos salían una buena guita así que le dije que si, le agradecí el gesto que tuvo y luego seguimos en la radio un buen rato más charlando y tocando.

Pasó un mes y ya cerca de la fecha que estimativamente me había dicho que iba a comenzar el curso, me animé a llamarlo. Lo llamé y le dije: “Hola Alberto, soy Juan Pablo de Los Muchachos, la banda con la que fuimos a tocar a la radio. Te quería preguntar si la oferta del curso de mediación seguía en pie”. El tipo agarró y me dijo que en una semana arrancaban y que me esperaba ahí. Apenas corté no lo podía creer. La verdad que el flaco se había pasado de generoso conmigo.

Así fue que a la semana arranqué el curso. Recuerdo que le pidió a cada uno de los abogados presentes que dijeran sus nombres y la razón por la que decidieron hacer el curso. Y digo bien, “a los abogados” nomás porque a mí que estaba sentado al final de la fila no me preguntó nada.

En ese momento pensé que estuvo bien porque imaginé que indirectamente me puso los puntos por las dudas, que no quería darme demasiada cabida, ya que, casi ni me conocía y quizás yo resultaba ser un pendejo boludo o un desubicado. La cosa es que en la primera clase y parte de la segunda le mentí bastante bien para que crea que no era tan así, por lo que recién en la segunda me hizo presentar ante los demás.
Al fin de cuentas tal vez haya sido un simple olvido, pero Roberto Paranoia siempre puede encontrarle la vuelta a todo.

De esta manera fue que en los seis meses siguientes de cursada me di cuenta que Alberto no sólo era un tipo generoso sino que también era un tipo inteligente. Nuestra amistad nació con el correr del curso pero no terminó con él, sino que continuó a través de los años hasta el presente.